Torneo en Santander

web 380 santanderEl Club Ensenada, de Santander, organizó por quinto año consecutivo el Torneo Solidario de Fútbol Sala para el domingo 11 de octubre. Desde Peñavera nos sumamos montando una convivencia para el sábado y el domingo, y así aprovechar mejor el viaje.
Salimos de Oviedo Javi Fernández, Javi Arias, Jaime, Fran, Alfredo, Pelayo y Mateo, con Rafa y Agustín (o sea, la furgoneta llena hasta arriba), el sábado 10 sobre las tres menos cuarto de la tarde. Nuesta primera parada fue Rodiles, para comer. Resultó que alguno ya había comido y otros no, pero no tuvo mucha importancia ya que en un cuarto de hora ya estábamos todos jugando al fútbol, a sangre, a balón prisionero y al fútbol otra vez. Y luego, los valientes nos dimos un rico baño en el mar. Después volvimos a la furgo a por nuestra segunda parada.
Empezaba a atardecer cuando paramos en Buelna para ir a pie desde allí hasta la playa de Cobijeru. Esta playa es la única de Asturias, junto con Gulpiyuri, que no está abierta al mar sino que está tierra adentro. Pero lo más espectacular es la cueva a la que se entra por un hoyo en el prado, como si fuera una madriguera y acaba en el mar, con unas vistas increíbles. También pasamos sobre el puente de piedra que se alza en el acantilado sobre una entrante del mar. Afortunadamente, da más vértigo visto desde fuera que pasando por él. Al regresar entramos en otra cueva, más amplia pero menos profunda, que también tenía su encanto. Y volvimos a la furgoneta.
Cuando arrancamos por tercera vez ya casi era de noche, así que en lugar de visitar Santander a oscuras, rápido y mal, nos dirigimos al colegio Torrevelo donde pasaríamos la noche. Allí habían habilitado decenas de literas para albergar a los ochenta y pico chavales de otros clubes juveniles que casualmente habían tenido la misma genial idea que nosotros. Encontramos también muchas caras conocidas de otras convivencias. Hasta la hora de dormir (bueno, mejor dicho, de apagar las luces) nos instalamos, cenamos y jugamos al lobo y al fútbol.
A la mañana siguiente teníamos la odisea de meter los sacos en sus bolsas y la ropa en las maletas. Estos desafíos supusieron un buen entrenamiento mental para el torneo, ya inminente. Salimos pronto después de desayunar, porque nuestro primer encuentro era a las diez de la madrugada. Al llegar al polideportivo de la Albericia tuvimos aún tiempo para entrenar un poco antes del choque contra Negubide 2 (Getxo). El juego se mostró estancado con jugadas individuales de uno contra el mundo, pero fluido en jugadas de toque, con las que llegaron nuestros dos tantos, uno de Pelayo y otro de Fran. Javi, en la portería, apenas tuvo trabajo.
En el segundo partido, a las once y media contra Olalde (Bilbao), nos sorprendieron con un gol temprano. A pesar de que la patente calidad del rival, supimos rehacernos y conseguir la posesión del cuero. Nuestros jugadores elaboraban jugadas pero les costaba llegar al área enemiga y disparar. Por el contrario, sus contraataques rápidos supusieron una amenaza importante, y fue gracias a una defensa ágil y a las salidas certeras de un portero que se crece ante las dificultades que no encajamos más goles. Al final tampoco nosotros conseguimos colar el balón en su red y fuimos vencidos por un gol a cero. A la espera de los demás resultados y del horario de los cruces de semifinales, ya por la tarde, nos fuimos a Misa de doce y media.
Después de Misa nos dirigimos a la península de la Magdalena para comer tranquilamente. A continuación visitamos el lugar: fuimos a ver los pingüinos y las focas, el museo del mar con réplicas de barcos a tamaño real, y el palacio de la Magdalena. Recordamos a las cuatro menos veinte que a las cuatro en punto teníamos nuestro siguiente partido, así que tuvimos que apurarnos bastante para regresar. El reglamento establece la derrota técnica de un partido si se produce un retraso de cinco minutos, pero a las cuatro y cuatro estábamos en la puerta del polideportivo para enfrentarnos al combinado Ensenada-Torla.
El partido fue duro: comenzamos encajando un gol, pero al poco tiempo Pelayo consiguió empatar. Nuestro rival se mostraba eficaz mientras que nuestros chicos no conseguían articular su juego. Los nervios cristalizaron en un juego áspero, crudo, visceral y sin el toque que caracteriza nuestra mejor versión. A Javi Fernández le sacaron la tarjeta amarilla por dar coces. Finalmente no conseguimos remontar sino que encajamos tres goles más, perdiendo por cuatro a uno. Abatidos, nos retiramos de la pista. Al igual que el año pasado, habíamos caído en cuartos de final. Tras descansar viendo un encuentro de categoría infantil, embarcamos con calma rumbo a casa.
En el viaje de regreso decidimos detenernos en Ribadesella para dar un paseo y tomar un helado junto a la playa. Llegamos a Peñavera ya de noche, cansados pero felices. ¡Hasta el año que viene, Santander!

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