Pizzas y Geocaching

 

web1Quedamos para zampar…

En esta ocasión el plan fue diferente a otras veces: en lugar de marcharnos lejos de excursión con un bocata, quedamos en Peñavera para hacer nuestras propias pizzas. Cada una desvelaba la personalidad de su amo: el chef Alfonso optó por añadir una reserva más que generosa de orégano a su creación, miestras que su hermano Klever se atrevió a hacer lo mismo con la guindilla en polvo, y vaya si lo notó después. Borja churruscó (bueno, fue un error del horno, ¡este horno…!) su pizza, pero debía estar rica porque no quiso intercambiar ni un pedacito. Javi Fernández tiró hacia una pizza espartana sólo con queso, mucho queso, y tomate y ya. Al menos se la acabó. Y a Javi Arias le pudo la ambición: echó todo lo que pudo encima de una masa que amenazaba con quebrarse, y no se quebró. Se ve que había confianza. Finalmente, Rafa y Agustín, de paladar más sofisticado, elaboraron pizzas con jamón, lomo y cosas así, digamos más finas. Al acabar no quedaron ni las migas, pero sí hubo sitio para un heladito.

…así tuvimos fuerzas para patearnos medio Oviedo

web2 Después de recoger y fregar, a las tres, Klever, Alfonso y Borja se tuvieron que ir. Antes, nos probamos las camisetas que habíamos desteñido el jueves.
Tras un poco de fútbol salimos en la búsqueda del primer «caché», escondido en el parque de invierno. Tardamos un poco en entender el funcionamiento de la aplicación de móvil que nos guiaba por GPS, pero dirigidos por Javi F. acertamos el sitio a la segunda. No fue fácil encontrar el tesoro, porque nos pusimos a buscar entre la maleza cuando en realidad lo teníamos ahí al lado, debajo de una piedra. Firmamos para que quedara constancia de nuestra hazaña y nos dirijimos al segundo caché. Ahora le tocó a Javi A. estar al mando del aparato. Fuimos a los jardines de la Rodriga y encontramos el segundo caché, pero estaba maltrecho y sin hoja de firmas. En el parque de san Francisco había dos pero sólo encontramos uno. Finalmente fuimos al acueducto, al lado de la Losa, donde no pudimos encontrar nuestro cuarto caché, aunque ya estábamos advertidos de que ésta era una prueba más difícil. De regreso encontramos el quinto y último caché en el jardín de villa Magdalena. Al acabar estábamos cansados de tanto andar, pero esto del geocaching hay que repetirlo.

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