Partimos en la tarde del sábado 15 de noviembre hacia el este, en dirección a Santander, a participar en un torneo al que nunca antes habíamos asistido, a una ciudad a la que hacía mucho tiempo que no acudía una expedición Peñaveriense. A bordo venían Javi Arias, Javi Fernández, Mateo, Jaime y Raúl, con Rafa y Agustín al frente de la convivencia. Todo era expectación -alimentada por las inevitables preguntas de ¿falta muchooooo?- mientras menguaban los kilómetros que nos separaban de nuestro destino.
Al llegar nos dirigimos directamente al parque de la Magdalena para aprovechar los últimos rayos de sol de la jornada. Allí nos topamos con unos pingüinos que nos recibieron con una indiferencia que contrastaba con nuestro entusiasmo. A los patos no les hicimos mayor caso; en cambio, comenzamos a ascender la colina en busca del palacio de la Magdalena. Afortunadamente, al ser de gran tamaño, fue hallado pronto. No nos invitaron a merendar, así que lo tuvimos que ver solo por fuera, que ya es decir. También, desde la posición elevada en que estábamos, aprovechamos para contemplar los relámpagos sobre el mar, al norte; la bahía con su faro sobre un peñasco, y el acantilado situado justo debajo de nuestros pies. Hay que reconocer que a Oviedo le faltan cosas como éstas. Finalmente nos subimos a una especie de monumento pétreo para hacer algunas fotos chulas, pero con ello debimos despertar algún mal ancestral porque empezó a caer un chaparrón que nos invitó poderosamente a esprintar colina abajo hasta la furgoneta. Llegamos calados. Los quince minutos siguientes los invertimos simultáneamente en dirigirnos a nuestra morada -el colegio Torrevelo- y a intentar secarnos con la calefacción de la furgoneta.
En Torrevelo habían dispuesto literas en el gimnasio para varias decenas de participantes de varias ciudades que, como nosotros, prefirieron ir el día anterior para aprovechar mejor el tiempo y el viaje. Después de cenar cómodamente en unas escaleras en el patio, ante la falta de alternativas decidimos probar un juego de cartas que llevábamos desde Peñavera. Resultó un éxito. Lo apodamos ‘cartas locas’ ya que el nombre oficial, además de estar en inglés, resulta largo y difícil de memorizar. Gustó tanto que, aun cuando los del club de Bilbao nos invitaron a ver una película que iban a proyectar, nos quedamos jugando a esto. Pasó la noche, llegó la mañana y con ella el comienzo del torneo. Después de desayunar en nuestras queridas escaleras nos dirigimos a la urbe.
Nuestro primer partido sería a mediodía, así que decidimos ir a misa a las 10:30, en la parroquia próxima. No fuimos los únicos: el párroco agracedió la presencia de tantos chavales.
Así fue que llegamos al polideportivo con tiempo de sobra para cambiarnos, ver algún partido con calma y recibir las primeras instrucciones tácticas del Cholo (Rafa): el míster apostó por una alineación de tres defensas y un delantero. de la retaguardia, Jaime y Raúl se quedarían guardando nuestro medio campo mientras que Mateo y Javi Fernández elaborarían las jugadas de ataque. Bajo los palos, Javi Arias.
El primer encuentro fue contra los locales del colegio de la Anunciación, unos chicos bastante más corpulentos que nosotros. Los nervios estaban a flor de piel porque, además de desconocer al rival, también era la primera vez que nuestros cinco pioneros jugaban juntos. A los pocos minutos de comenzar nos dimos cuenta de que el equipo funcionaba: Jaime y Raúl resultaron dos eficaces rompeolas frente a los ataques frontales de nuestros oponentes, siendo además prontamente ayudados por Javi y Mateo. Éstos, por su parte, driblaban con deleite a los cuatro jugadores enemigos, más grandes pero menos ágiles; lograron así desplegar entre ambos un juego muy veloz y con espacio para dejar ver destellos de calidad individual. El cancerbero, Javi Arias, resultó la revelación del equipo, demostrando seguridad y buena preparación. El encuentro, vibrante de principio a fin, se saldó con victoria merecida por 4 goles (1 de Mateo y 3 de Javi) a 3.
Tras reponer fuerzas con un refrigerio nos dirigimos al otro polideportivo para el siguiente encuentro. Éste sería contra Olalde 3, de Bilbao (del club Olalde iban tres equipos). Repetimos la alineación anterior, en vista de los buenos resultados. Cabe destacar que éramos un equipo sin cambios y al entrenador le preocupaba no solo la posibilidad de lesión sino también el desgaste físico que este sistema producía en la vanguardia del cuadro. El partido fue desde el primer minuto más agresivo por ambas partes: Olalde 3 tenía una plantilla más eficaz contra nuestro estilo de juego, pese a que antes había caído derrotada frente a los chicos de la Anunciación. Abrimos el marcador con júbilo y alivio, pero pronto nos empataron. En una jugada de ataque, Javi se fue al suelo por una fuerte patada en el tobillo y debió retirarse al banquillo. Como el cronómetro no debía detenerse, el árbitro reanudó el juego precipitadamente, y nos marcaron el segundo gol con un jugador menos en la pista. Javi no podía volver, así que fichamos sobre la marcha a Íñigo, del club Deva, que lo sustituyó. Aún así no conseguimos remontar el encuentro, que finalizó con derrota por 2 a 1 (gol de Mateo).
Ya que los tres equipos de nuestro grupo habíamos ganado un partido y perdido otro, el pase a cuartos se decidió por diferencia de goles: la Anunciación quedó primero de grupo y Peñavera segundo, mientras que Olalde 3 no se clasificó. Entre los tres equipos la diferencia era solo de un gol. Por los pelos, estábamos en cuartos. La primera eliminatoria se celebraría contra Olalde 1. Y ya que tanto Torla (Oviedo) como Deva (Gijón) habían caído en cuartos de final y en la fase de grupos, respectivamente, el Cholo apeló a la solidaridad regional para fichar a Alfonso y César, que militaban en aquellos equipos. También consiguió apoyo moral desde las gradas, donde Juan Lozano (Torla) encabezaba los cánticos de ánimo a pleno pulmón, con consignas como ‘¡sí se puede!’, ‘¡el pollo está en el horno!’ o el himno de Asturias. El partido fue igualado y tenso; su defensa fue eficaz para desbaratar nuestras acciones de ataque, incluso frente a contraataques veloces. A pesar de la buena actuación y de los cambios disponibles, perdimos por 4 goles a 3. Finalizaba así nuestra actuación en este torneo, sin que hubiera nada que reprochar a nuestra plantilla. Por el contrario, la experiencia se reveló muy positiva por muchos motivos, futbolísticos y extrafutbolísticos. Esperamos que el año que viene podamos ir otra vez y pasarlo por lo menos tan bien como en esta ocasión.